Las raíces de esta marca hay que buscarlas a finales del siglo XIX en un pequeño pueblo de Austria. Por entonces, Daniel Swarovski patentó una máquina que le permitía cortar el cristal con gran precisión y velocidad.
El secreto de su éxito pronto se propagó por todo el mundo. De hecho, en los años veinte sus piezas se hicieron famosas gracias a las incrustaciones en los vestidos de las señoras de la alta sociedad europea.
Poco a poco el negocio fue creciendo con piezas que reflejaban el arco iris o que simulaban piedras preciosas. En la actualidad, y pese al paso de los años, sigue siendo una empresa familiar gestionada por los bisnietos del fundador.
Tengan un bonito y felíz fín de semana
Saludos
Raquel